El salto impredecible: una lectura de "Vida del ahorcado"

Valeria Nardiello

 

 

 

Andrés Farinango será juzgado. Es un filicida, un bolchevique, un burgués, un ser despreciable, un cobarde, un impostor, un peligro para el orden social, un individuo que se ha burlado del arte de la clase media: la novela.

Protagonista y narrador de “Vida del ahorcado”, traducido al italiano por Alice Piccone y publicado por Edizioni Arcoiris, Andrés traza su existencia a partir de una perspectiva interior, subjetiva y onírica y la hace coincidir con un estado psicológico de conflicto irresoluble.

El autor, Pablo Palacio, escribe en Ecuador en la década de 1930 y condensa los efectos del proceso de modernización en un personaje en vilo. Andrés desempeña el papel del equilibrista que se tambalea en la cuerda tensa entre lo viejo y lo nuevo; entre el campo y la ciudad; entre la naturaleza, por un lado, y el entusiasmo colectivo por el progreso y la racionalidad, por otro, avanzando a un ritmo desigual en el que el reconocimiento de la dimensión inconsciente de la psique humana se produce a través de la experiencia del individuo.

Palacio catapulta al lector a una era de transición. La nación está marcando sus límites y llamando a sus ciudadanos, los patriotas, a hacer posible un proyecto de esta magnitud, pero el protagonista es incapaz de liberarse de una posición de incertidumbre. La escisión, idéntica a la locura, califica a un personaje destinado a encarnar el escepticismo ante proclamaciones altisonantes sobre el futuro y un desprecio mal disimulado por el mundo circunstante.

Parece que se han acogido las teorías psicoanalíticas para construir un yo desintegrado y una novela que reverbera esta condición en su estructura y estilo. En particular, la autobiografía psíquica y alucinada de Andrés Farinango se despliega a través de una serie desarticulada de textos que incluyen narraciones, anuncios, oraciones, sueños, reflexiones, un sermón, una carta, incluso una receta sobre cómo asesinar impunemente a un hombre.

En cuanto a los contenidos, estos son en su mayoría absurdos o inverosímiles. Tampoco faltan las contradicciones del proletario pequeñoburgués que a veces odia y a veces ama a Anita, una curiosa recurrencia del color amarillo y una ironía mordaz que impregna la novela como expresión de protesta y resentimiento así como de acto de degradación de la realidad.

No es de extrañar, por tanto, que los críticos inscriban “Vida del ahorcado” a raíz de las vanguardias del siglo XX, movimientos artísticos y literarios de innovación y ruptura colocados en un horizonte en el que la literatura, la política y la sociedad no están lejanas.

En conclusión, en el estrecho espacio de su individualidad, Andrés acoge al conjunto de la sociedad, con sus representantes y sus instituciones, se burla del artificio de la civilización y niega la pretención de la creación artística. Sin embargo, mira hacia atrás solo para saborear un sentimiento de nostalgia que no se puede traducir en una aspiración concreta. Tendrá que dar un salto, afrontar el remolino sin saber el lado en donde caerá. Andrés es un ahorcado antes de ser ejecutado o suicidarse, porque “¡Lo que tiene que ver la garganta con la angustia!”.

 

 

Síguenos en las redes sociales

Etiquetas: , , , , ,

Leave a Reply