Balam Rodrigo, Libro centroamericano de los muertos (parte III)

Introducción de Carolina Mauriello

 

Para dar una idea de la variedad de las diferentes secciones del Libro centroamericano de los muertos, se han seleccionado, como conclusión de esta serie de artículos, dos poemas que pertenecen a las secciones dedicadas, respectivamente, a Nicaragua y Honduras.

El primer poema cuenta la historia de un migrante nicaragüense aplastado por el peso colosal de la Bestia, un tren de mercancías que transportaba ilegalmente a los migrantes hacia la frontera con Estados Unidos.

El segundo poema fue elegido para demostrar el carácter testimonial de la obra. Los títulos de algunos de los poemas, como este, son textualmente títulos de artículos de prensa realmente publicados, recuperados por el autor para hacer de la obra un testimonio, un cuento y un documento. Su objetivo es eternizar las historias que, de otro modo, nadie recordaría, ya que cada día está marcado por la aparición de una nueva noticia en la que se habla de migrantes que no sobrevivieron.

Aquí se puede leer el primer artículo sobre Balam Rodrigo, y aquí el segundo.

 

Los poemas de Balam Rodrigo se reproducen aquí con el amable permiso del autor.

Traducción al español de la introducción de Carolina Cattel.

 

 

14°54'18.8"N 92°21'14.1"W — (HUEHUETÁN, CHIAPAS)

Se hunde el sol en el azul agua del Archipiélago de Solentiname,
en el Gran Lago de Nicaragua. Pero aquí donde estoy,
La Bestia deambula una y otra vez sobre mi cuerpo tendido
estirado como la piel de un lobo que se alarga hasta volverse
una maraña de tendones e hilos desteñidos. A mi lado se yergue,
colosal, una ceiba, vegetal ciudad para los pájaros,
gigante de clorofila que anda sobre la tierra con pies de savia,
mole corpulenta y despeinada que habla con voz de hojarasca,
como los muertos, como yo, esperando en cada estación
de lluvias, en cada estación de tren, ser habitación de bandadas
de pájaros como las hordas sibilantes, desperdigadas, de migrantes,
de paisanos míos, de madres y padres míos, hijos de mi raíz
que buscan otras ramas, otros nidos, para trinar lejos, muy lejos
de aquí. Extraño las flores de los lirios, el evangelio terrestre
de los muelles en comunión con las barcas. Pasa el tren afilando
esféricos machetes. Estiro los huesos hacia el rizoma de la muerte.

Árbol sin ramas, a mi cuerpo le han talado hasta la sombra.

 

 

 

IDENTIFICAN RESTOS DE 8 MIGRANTES HONDUREÑOS ASESINADOS EN MÉXICO

Era el tiempo de las decapitaciones,
de los bosques de renglones en blanco,
del aire oscurecido por parvadas de mudos pájaros.

La sangre había perdido su color
por la anemia del miedo,
pero la lluvia era más roja que la vergüenza
y ametrallaba sin piedad al corazón,
ese casquillo sin pólvora
sílaba de carne percutida por el pánico.

La luna estaba muerta,
roja gota pisoteada contra el cielo
por las botas de los bárbaros
que habían derramado
sus vísceras de luz entre los rieles.

 

 

©Balam Rodrigo, Todos los derechos reservados, 2018

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